He leído por ahí que entre Montréal y Madrid hay 5535 kilómetros de distancia. Pero sé que no es verdad porque, cuando quieres a alguien, lo cierto es que las distancias se desvanecen.
Cuánta verdad en estas palabras... He tenido tiempo para experimentarlo, pero sobre todo, tengo personas que me lo han mostrado, y una de ellas sin duda eres tú, mi Pepe.
Mi padrino consorte, mi compañero, mi amigo, mi familia. Echo de menos escuchar durante horas tus historias, pero sobre todo, echo de menos encontrar en ti comprensión, ver tu humanidad, y cómo superas tus inseguridades y miedos, y te haces el mejor Pepe posible.
Eres un luchador, Pepe, y tienes mi respeto, mi orgullo y mi admiración. No hace falta decir que tienes también mi cariño y mi amor, si bien lo añado para que quede constancia. Y porque siempre es agradable verlo.
Como en su día te dijeron, "aquí a Lina la queremos mucho", y quitando ya el tono amenazador, te unimos a ese "queremos". Has entrado por la puerta grande a este núcleo y te has llevado el mejor premio. Porque resulta que te lo mereces.
Espero que disfrutes mucho de tu día, y no veo el momento de reunirme de nuevo contigo, para celebrar mi cumpleaños, el tuyo, las fiestas de navidad y, por qué no, la vida, y lo estupendos que somos. Porque esto suerte no es. Esto te lo has ganado, Pepe. Molas.
Estoy contigo. Te quiero mucho.
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