jueves, 21 de agosto de 2014

WATERPOLO: no es sólo un deporte.


En "El curioso caso de Benjamin Button" se escucha esta frase: 

La vida no se mide en minutos, sino en momentos.

Yo entiendo esos momentos como los que se te graban en la mente para siempre, los que te ponen la piel de gallina, los que aceleran el ritmo del corazón y los que te hacen pensar "esto se lo contaré a mis nietos". Cuando tiemblas, cuando no controlas tu risa o tus lágrimas, cuando parece que no hay suelo bajo tus pies, cuando sientes que flotas... como en la piscina. 




Poca gente sabrá de lo que hablo, pero quien lo haga probablemente sienta la necesidad de dar las gracias por el puto momento en que se le ocurrió apuntarse a waterpolo. Ese bendito momento, que traerá todos los que miden su vida y la medirán. 

El primer día que llegas a la piscina no te figuras lo que vas a sufrir, lo que te va a doler, el frío que vas a pasar, lo que vas a llorar, lo que te vas a cagar en todo, lo que cansa, los gilipollas que te vas a encontrar, lo que pica el odioso cloro y lo aburridísimo que puede llegar a ser nadar (el waterpolista jamás entenderá cómo a la gente le puede gustar...). 

Tampoco te imaginas lo muchísimo que te vas a reír, los sitios que vas a conocer, lo fácil y rápido que te vas a acostumbrar, las personas magníficas y extraordinarias con quienes tendrás el lujo de compartir aunque sea un instante, lo grande que te vas a sentir, lo que desestresa chutar, lo placentero que puede llegar a ser escuchar "fuera gafas", lo que vas a disfrutar aprendiendo de quien sabe y de quien no, y lo que lo vas a echar de menos y lo vacío que te vas a sentir cuando te falte.

Jamás se te ocurriría que este "deporte" te enseñaría lo que es el compromiso natural, instintivo, que a veces roza el masoquismo. La de veces que te vas a plantear dejarlo y la de veces que te vas a contestar: "no te lo crees ni tú; ¿qué mierdas eres sin waterpolo?". 

Pues eso eres, un mierdas. Porque este "deporte" nos ha hecho, nos ha construido y nos ha quitado la vida para dárnosla de otra forma. Nuestra personalidad, nuestras reacciones, nuestra manera de emprender cualquier tarea está determinada porque el waterpolo nos ha enseñado que te van a llover palos por todos lados y lo que hay que hacer es seguir de pie, luchar porque no te den, o porque, aunque te den, no te caigas, y que pase lo que pase, llegues a tu meta, porque si quieres, si te esfuerzas, puedes. Siempre. 

Hemos aprendido que el éxito cuesta, pero que no es inalcanzable. Porque sabemos en qué consiste de verdad el éxito. Nos ha inculcado como valores esenciales la constancia y el sacrificio, y por eso no nos cabe en la cabeza salir a la calle y encontrarnos tanta falta de ambición, de lucha y de pasión. 




Cada sensación se multiplica por mil, y aunque un fallo sepa a fracaso amargo y doloroso, nos recuperamos ipso facto y vamos como locos a redimirnos, porque de la misma forma, un simple acierto nos sabe a deliciosa gloria. Y eso viene de tanto esfuerzo. Es el claro ejemplo de las segundas oportunidades: hemos aprendido por experiencia que, la mayoría de las veces, el cuándo es el final depende sólo de ti mismo; el momento en que algo acaba lo eliges tú.

Muchas veces queremos rendirnos, muchas veces es realmente insoportable tener que esforzarte tantísimo con tan poca recompensa, si es que la hay. Hasta que nos acordamos de que la recompensa está en ese sacrificio que somos capaces de hacer día tras día. Y entonces nos sentimos como héroes

No es hacer ejercicio. No es un hobby. No es sólo un deporte. 

Es la base, es nuestra esencia. Lo que llevamos allí donde vamos porque es lo que somos. La sangre que corre por nuestras venas. 

Nuestra galaxia, nuestra droga, nuestra perdición.



ALMU



If it makes you lose yourself, then it's worth it.

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