En "Una mente maravillosa", cuando John Nash (Russell Crowe) se
tomaba las pastillas que le trataban la esquizofrenia dejaba de tener
alucinaciones, pero estaba cansado, triste, sin deseo sexual (ni más ni menos
que con Jennifer Connelly de esposa) y, lo que más parecía dolerle, sin la
misma capacidad mental.
Si se
medicaba para tratar de curar su enfermedad, John Nash dejaba de ser una mente
maravillosa.
Pensando
sobre ello desde mi mesa, me viene una pregunta a la cabeza: ¿hasta qué punto estar sano nos deja
de dar vida para quitárnosla? Es un poco radical, sí, pero lo que
me interesa es que esta pregunta me lleva a otra: cuando lo que debemos y lo que
queremos hacer, lo que nos hace felices, no coincide, ¿cómo elegimos entre
ambas cosas, y por qué?
Yo veo cruel
hacernos a nosotros mismos semejante putada. Más que nada, no entiendo por qué.
Y en ese debate acabamos viviendo día tras día. "Lo que quiero hacer no es
lo que está bien, no es lo apropiado, me va a sentar fatal..." ¿Tan disparatado suena pensar que si
es lo que quieres hacer, simplemente por eso, estará bien?
Atracarte a dulces, ponerte la ropa que te dé la gana (o ninguna), fumar, beber, domingos en pijama, bailar o cantar por la calle... Humanidad, al fin y al cabo.
Llega un
punto en que elegir constantemente lo que debes antes de lo que quieres, supone
una represión: reprimir tu instinto, tu
necesidad, tu naturaleza. Entonces, nos volvemos amos de nosotros mismos, y
somos nuestro propio esclavo. Pero es que luego queremos libertad, y somos
los primeros que nos la quitamos. Por costumbre, por hábito, porque es
"lo correcto".
¿Con qué
derecho pedimos después ser libres? ¿Por qué buscamos culpa en los demás por
esa frustración que sentimos si nos la causamos cada uno de nosotros?
Hace tiempo
que dejamos de preocuparnos por la superviviencia... Bueno, que deberíamos de
habernos dejado de preocupar por ella. Igual vivir estando cuerdo no es
exactamente vivir. Si estar enfermo es estar loco, o significa vivir
menos, pero feliz, quizá merece la pena. A lo mejor estar feliz sin miedo a no
hacer lo que conviene es lo que de verdad te da salud... Vida seguro que te da; no de la que se mide en tiempo,
pero sí de la del vello del brazo erizado, piel de gallina, sonrisas y
carcajadas, o besos y abrazos. De los largos y ricos.
Como dicen
en "Martín (Hache)" no creo que alguien que es capaz de vivir como piensa
sea un mal ejemplo. El personaje que lo dice bebe, se droga, vive en
habitaciones de hoteles y tiene una vida sexual "ajetreada". Dice lo que se le pasa por la
cabeza en cuanto se le pasa por la cabeza, y siempre es la verdad. Si eres
gilipollas te lo dice. Y si te ama, también te lo dice. Puede incluso que te
las diga a la vez. Pero la franqueza se ha convertido en una locura por el
pavor que sentimos ante la realidad que tenemos frente a nuestras narices y no
nos da la gana aceptar. Elegimos ser esclavos de nuestras mentiras...
Yo quiero
estar loca, decir la verdad y no tener miedo... Y creo que verlo posible es el
primer paso para conseguirlo.
Y porque no me perdonaría en la vida
decir algo de "Una mente maravillosa" sin mencionar el literally breathtaking discurso
final, cuando John Nash recibe el Nobel, aunque no tenga nada que ver con el
tema, me despido cerrando la entrada con su vídeo y sus maravillosas palabras:
Siempre he creído en los números. En las ecuaciones y
la lógica que llevan a la razón. Pero, después de una vida de búsqueda me digo,
¿Qué es la lógica? ¿Quién decide la razón? He buscado a través de lo físico, lo
metafísico, lo delirante, … y vuelta a
empezar. Y he hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el más
importante de mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede
encontrarse alguna lógica. Estoy aquí esta noche gracias a ti. Tú
eres mi única razón de ser. Eres todas mis razones.
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