Mi abuelo. Y su mano, siempre congelada, agarrada a la mía. Me ayudaba a cruzar la calle.
Mi guardián.
Sólo me daba la mano para cruzar.
Siempre me daba la mano para cruzar.
Su mano, sus manos, son su herencia en mí. Las que manipulaban las cartas en el solitario que le caracterizaba, que le colocaba de espaldas a un mundo que ojalá me pudiera explicar. Las que encendían sus puros o sostenían su whisky. "Tienes las manos de tu abuelo", y aunque me lo repitan miles de veces, y aunque su rasgo en mi memoria es el frío, a mí me invade la calidez de su recuerdo.
Tengo grabado un sueño. Había una casa entre algunos árboles, muy verdes y frondosos, levantada a una altura considerable, con un porche de madera, no muy grande. El mar, que golpeaba las paredes de un acantilado, se encontraba unos metros más adelante de la casa. El cielo estaba un poco gris. En el porche había una mesita alta y una mecedora.
Le veo muy claramente, ahí sentado, leyendo el periódico. Me sonríe. Está muy pálido. Por primera vez, le miro y no siento ganas de llorar, sino de sonreír, sonreír mucho. Lo hago, nos abrazamos y besamos en las mejillas. Me llama "reinita" y me dice que desde allí no pierde de vista esa mochila azul que llevo siempre a la espalda.
Desde allí. Supongo que ahí es donde le creo ahora. Supongo que no había forma de mejorar lo pasado. Me he dejado esa mochila en España, pero procuro llevar siempre algo azul para que pueda vigilarme, y asegurarse de que estoy bien. Mi guardián. Sabrá reconocerme sin ella. ¿No? ALMU
Por favor, por mi hermano y por mí. A todos aquellos que pueden seguir yendo a comer con sus abuelos el domingo. Tenéis un tesoro: valoradlo.
Hace tiempo, tuve la suerte de ver el documental "Los olvidados de los olvidados", a raíz de la recomendación que me dio la mujer que me salvó, y me salva.
Me ha marcado de por vida, por la mezcla de sensaciones que me generó y la fuerza y la potencia con que me impactó.
Cuando estaba terminando de verlo, sin ser realmente consciente de lo que estaba viendo, rompí a llorar. Entonces me di cuenta de lo que me pasaba: mientras la pantalla me mostraba gente encadenada, siendo matada de hambre, discriminada por sus propios padres, ignorada, incomprendida, efectivamente olvidada (tanto por el resto de gente de su propio país como, por supuesto, del resto de países), yo acababa de hacer un examen aquel día.
Un examen sobre derechos fundamentales, entre ellos, en concreto, el derecho a la vida y a la integridad física, directamente vinculados con la dignidad humana y, por tanto, de los que es titular toda persona por el simple hecho de serlo. Un examen sobre la prohibición de la tortura y su calificación como único derecho absoluto, de manera que no cabe excepción EN NINGÚN CASO a esta prohibición.
O estallaba en una gran carcajada, o sucumbía a la pena.
Tal y como dice el personaje central del documental, Grégoire Ahongbonon, hombre cuya calidad humana es incuestionable y admirable, "cuando oigo derechos humanos, digo que es pura comedia". Él optó por la carcajada. Y por hacer todo lo que esté en su mano para cambiar la situación.
En "Una mente maravillosa", cuando John Nash (Russell Crowe) se
tomaba las pastillas que le trataban la esquizofrenia dejaba de tener
alucinaciones, pero estaba cansado, triste, sin deseo sexual (ni más ni menos
que con Jennifer Connelly de esposa) y, lo que más parecía dolerle, sin la
misma capacidad mental.
Si se
medicaba para tratar de curar su enfermedad, John Nash dejaba de ser una mente
maravillosa.
Pensando
sobre ello desde mi mesa, me viene una pregunta a la cabeza: ¿hasta qué punto estar sano nos deja
de dar vida para quitárnosla?Es un poco radical, sí, pero lo que
me interesa es que esta pregunta me lleva a otra: cuando lo que debemos y lo que
queremos hacer, lo que nos hace felices, no coincide, ¿cómo elegimos entre
ambas cosas, y por qué?
Yo veo cruel
hacernos a nosotros mismos semejante putada. Más que nada, no entiendo por qué.
Y en ese debate acabamos viviendo día tras día. "Lo que quiero hacer no es
lo que está bien, no es lo apropiado, me va a sentar fatal..." ¿Tan disparatado suena pensar que si
es lo que quieres hacer, simplemente por eso, estará bien?
Atracarte a dulces, ponerte la ropa que te dé la gana (o ninguna), fumar, beber, domingos en pijama, bailar o cantar por la calle... Humanidad, al fin y al cabo.
Llega un
punto en que elegir constantemente lo que debes antes de lo que quieres, supone
una represión: reprimir tu instinto, tu
necesidad, tu naturaleza. Entonces, nos volvemos amos de nosotros mismos, y
somos nuestro propio esclavo. Pero es que luego queremos libertad, y somos
los primeros que nos la quitamos. Por costumbre, por hábito, porque es
"lo correcto".
¿Con qué
derecho pedimos después ser libres? ¿Por qué buscamos culpa en los demás por
esa frustración que sentimos si nos la causamos cada uno de nosotros?
Hace tiempo
que dejamos de preocuparnos por la superviviencia... Bueno, que deberíamos de
habernos dejado de preocupar por ella. Igual vivir estando cuerdo no es
exactamente vivir. Si estar enfermo es estar loco, o significa vivir
menos, pero feliz, quizá merece la pena. A lo mejor estar feliz sin miedo a no
hacer lo que conviene es lo que de verdad te da salud... Vida seguro que te da; no de la que se mide en tiempo,
pero sí de la del vello del brazo erizado, piel de gallina, sonrisas y
carcajadas, o besos y abrazos. De los largos y ricos.
Como dicen
en "Martín (Hache)" no creo que alguien que es capaz de vivir como piensa
sea un mal ejemplo.El personaje que lo dice bebe, se droga, vive en
habitaciones de hoteles y tiene una vida sexual "ajetreada". Dice lo que se le pasa por la
cabeza en cuanto se le pasa por la cabeza, y siempre es la verdad. Si eres
gilipollas te lo dice. Y si te ama, también te lo dice. Puede incluso que te
las diga a la vez. Perola franqueza se ha convertido en una locura por el
pavor que sentimos ante la realidad que tenemos frente a nuestras narices y no
nos da la gana aceptar. Elegimos ser esclavos de nuestras mentiras...
Yo quiero
estar loca, decir la verdad y no tener miedo... Y creo que verlo posible es el
primer paso para conseguirlo.
Y porque no me perdonaría en la vida
decir algo de "Una mente maravillosa" sin mencionar elliterally breathtaking discurso
final, cuando John Nash recibe el Nobel, aunque no tenga nada que ver con el
tema, me despido cerrando la entrada con su vídeo y sus maravillosas palabras:
Siempre he creído en los números. En las ecuaciones y
la lógica que llevan a la razón. Pero, después de una vida de búsqueda me digo,
¿Qué es la lógica? ¿Quién decide la razón? He buscado a través de lo físico, lo
metafísico, lodelirante, … y vuelta a
empezar. Y he hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el más
importante de mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede
encontrarse alguna lógica. Estoy aquí esta noche gracias a ti. Tú
eres mi única razón de ser. Eres todas mis razones.