Me he dado una
vuelta por Facebook después de un tiempo (semanas, un par de meses quizás) sin
redes sociales. He sentido vergüenza ajena de lo que había en mi muro, pero eso
no me ha chocado. Lo que me ha chocado es la sensación que he tenido, pensando: pero ¿para qué hacemos esto? Me ha parecido absurdo.
Quizás estoy
demasiado repelente, demasiado anárquica. Muy rebelde contra esta sociedad.
Cada vez me doy más cuenta de que no me gusta nada. Se están tambaleando los
cimientos de mis “ideologías”, y hay ciertas cosas que antes no me importaban
porque no les prestaba atención, pero que ahora llegan a tocarme la fibra.
¿Cuánto se pierde
una persona para que un espacio virtual superficialmente humanizado se
convierta en un refugio? ¿En qué momento hemos decidido que eso sustituye
nuestra esencia? Ya no hay filtro para acciones y reacciones: todo se ve y a
todo se responde. Todo el rato hay que saberlo todo y decir lo que sea al
respecto para ser alguien. Si no te formas no eres nadie, pero si te formaste y
no lo sigues haciendo tampoco vale, si no demuestras curiosidad y si no hablas,
no vales. Digas lo que digas, lo importante es que se note que estás, y que
todo el mundo sepa que estás haciendo muchas cosas, porque se supone que es lo
que hay que hacer.
Trabajo,
estudios, trabajo y estudios, cursos, gimnasio, talleres, idiomas, más cursos,
un máster, otro máster, otra carrera, mientras trabajas, o no, pero demuestra,
demuestra, demuestra, porque te estamos vigilando, danos explicaciones. ¿Qué
estás haciendo, en qué estás pensando? ¿De verdad no estás haciendo nada?
¿No vas a
estudiar más? ¿No vas a seguir buscando trabajo, aunque ya tengas uno? ¿No has
visto la nueva serie de moda? ¿No haces deporte? ¿No vas al gimnasio? ¿Tres
idiomas, solamente? ¿Qué has hecho el fin de semana? ¿Te has leído este libro?
¿Cuántos países has visitado? ¿Sólo? Etc.
Haz, haz, haz.
HAZ. Lo que sea, pero no te estés quieto.
Qué pereza.
Si algún curso merece la pena, en mi opinión, es de mindfulness.
Si algún libro
merece la pena, es sobre budismo y estar presente.
¿De qué nos sirve
hacer, hacer y hacer, si no estamos? ¿Acaso eres consciente de lo que sientes?
¿Acaso has destapado todas las emociones que tienes acumuladas? ¿Acaso te
importa la gente, te importa el mundo que te rodea? La idea está equivocada. Hacer
y hacer, el carpe diem, no es estar ni es sentir. Moverte porque sí, exprimir
tu tiempo hasta el último segundo disponible no es vivir. No nos sirve el CV
más largo del mundo, ni una lista interminable de experiencias, ni visitar
todos los rincones de la Tierra, si el objetivo es usarlo para contarlo. Porque,
seamos sinceros, ¿quién se para a pensar si de verdad quiere y siente la
necesidad de hacer una cosa? ¿Quién no va a tal sitio porque se lo recomiendan,
o hace tal curso por lo mismo? ¿Cuántos piensan en lo que quieren de verdad y
lo viven?
¿Cómo vamos a
estar atentos a lo que pasa en nuestro cuerpo y en nuestra mente si no paramos?
Todo por justificar nuestra existencia. Creo que tenemos la idea de que son las cosas que hacemos las que nos dotan de esencia, y si en algo me han insistido últimamente es en que somos porque sentimos. Existimos porque sentimos, no porque hacemos, ni siquiera porque pensamos, tal y como decía Descartes. Haciendo nada, sentados, "viendo el tiempo pasar" y levantando las heridas de esos del carpe diem... Nuestro cuerpo siente y vive, equilibrando al universo.
Sintamos, y a partir de ahí, dejemos ser a todo lo demás.