Era una lágrima recorriendo esa mejilla, que echaba de menos ruborizarse con sus desvergonzadas palabras. Palabras que buscaban violentamente ese rubor, como señal inequívoca de su vulnerabilidad.
Era una lágrima escondida en sus ojos desde hacía algún tiempo atrás, cuando los amaneceres ocurrían a placer, las sonrisas brillaban y el miedo sólo era el primer paso para vencer. Momentos eternos de una gloria que se obtiene porque se elige. Momentos eternos de alegría tangible que convertía en reyes a los sin sangre. Momentos eternos que se terminaron.
Era una lágrima de tristeza, de nostalgia, de dolor. Enseñaba un corazón plano, sordo y apático, que vive en un mundo sin voces y sin color porque siente un bloqueo en sus cadencias, aquéllas que fueron el ritmo de unas caderas, el avance de unos pasos firmes y el fundamento de una mirada convencida.
Era una lágrima que rezumaba esperanza a lo largo de toda su trayectoria. A pesar de la impotencia y la frustración, no olvida que conoció la determinación, que dio respuestas siempre acertadas y que tomó decisiones difíciles que trajeron caminos duros de recompensas inigualables. No olvida. No olvida.
Era una lágrima mía, tuya, suya. Era una vida en estado líquido que empezó, se terminó, y volvió a empezar. Como arena en la nieve, como muros en la nada, como huellas en el cielo. Elegir lo imperceptible fue tenerte entre mis manos, obviando todo lo que chillaba en mis oídos e invadía con luces epilépticas todo mi campo de visión.
Saldré a lo etéreo las veces que haga falta para encontrarme con la armonía de mis recuerdos de ti, de tus lecciones de vida, del nexo entre un pasado presente y un futuro pasado, y del mundo que me descubriste, que me descubrí y que hemos elevado hasta el universo de los besos que no hace falta dar y las distancias que nos matan y que no existen.
Con cada puesta de Sol en que se termina el mundo empezamos de nuevo tú y yo.
Come take a walk in the wild side, let me kiss you hard in the pouring rain...